sábado, 25 de noviembre de 2006

IMPOSTURA, de Enrique Vila-Matas

Inicio: en un manicomio, ídem que Galdós en La desheredada y Eduardo Mendoza en El misterio de la cripta embrujada.

* Es la historia de un loco (o presunto loco) cuya identidad se desconoce; hay 2 versiones:

1) Para Lola Negro se trata de su marido, Claudio Nart, tipógrafo.
2) Para su otra mujer, es Bruch, que sirvió en la División azul y fue profesor en la universidad y escritor. (De momento vemos que una cierta tendencia a las letras los une.)

¿Quién miente? ¿Quién dice la verdad? Misterio...

* La investigación es llevada a cabo por el Dr. Vigil (amigo de la infancia de Bruch) y su ayudante Barnaola (nombre de evidentes connotaciones con la ciudad condal), un ser con 2 peculiares "aficiones":

1) Mentir y servir.
2) Pensar en el lavabo (como hacía el niño prodigio de City, de Barricco).

Influencias: En la novela hay ecos de Tomeo y Mendoza.

* Fijarse en los nombres de los cafés: La Luna, El Oro del Rhin, porque son lugares donde se evaden los protagonistas aunque sea un viaje no físico pero sí emocional, para escapar de esa realidad gris en los años 50 (¡Hay que ver las diferentes formas de contar cómo era la posguerra hacen Vila-Matas en esta novela, Eduardo Mendoza en El misterio de la cripta embrujada y Carlos Ruiz Zafón en La sombra del viento!).

Lo mejor: el léxico de EVM, brutal, personalísimo y nada arbitrario que fluye de una manera natural: Vila-Matas no te pondrá nunca un adjetivo de forma gratuita.

Los Nombres: hay un loco del manicomio que se llama Jeremías (¿tendrá algo que ver con el profeta bíblico?). El loco amnésico pasa por un proceso de despersonalización gradual: primero es el desmemoriado, después el desconocido, para ser finalmente el desaparecido.

* La capacidad de percepción que tiene Barnaola para escuchar los infrasonidos y descubrir otros mundos es semejante a la novela de Millás, El orden alfabético y a uno de los cuentos del genial Javier Argüello.

* Barnaola dice mentiras que al poco se transforman en verdad. Algo parecido pasaba con un cuento de Quim Monzó, donde un escritor descubre que su obra de ficción se traslada a su vida real; o el de Sergi Pàmies, del hombre que pone música en el coche y automáticamente ese grupo o cantante moría al día siguiente.

* Una novela, en suma, deliciosa, que pasa como un trago de agua, de una simplicidad aplastante (como El año del diluvio, de Eduardo Mendoza) y que cautiva al lector desde sus primeras páginas. Para seguir confiando en Vila- Matas.

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