sábado, 18 de noviembre de 2006

LA MUJER ALTA Y LA COMENDADORA, de Pedro Antonio de Alarcón

Precio: 1 €.
Colección dirigida por Ana Mª Moix (sí, la hermana de Terenci, la misma que puso en el libro de Ana Mª Matute: “Atención: obra maestra”).

La mujer alta. Cuento de miedo:

Sin hacer ninguna maravilla, el autor demuestra que se puede hacer un buen cuento de miedo (al contrario de lo que sucedía con los hechos por encargo por autores españoles contemporáneos).
Ya había oído hablar de él en la facultad. Si en La hojarasca, de Gabo, lo que enriquecía la historia era la polifonía narrativa, aquí la lastra, porque le quita toda emoción. Tiene la necesidad de explicar que el cuento pasó en verdad en tal o cual lugar, postura heredada del Costumbrismo y del Romanticismo historicista.

Es un cuento explicado desde 3 planos:
1) El narrador se dirige al lector.
2) El amigo del protagonista cuenta la historia a unos amigos.
3) Vamos al pasado, donde el prota cuenta la historia.

Una pena, podría haber sido un gran cuento, pero se queda, simplemente, en bueno. La contraportada lo asemeja, con razón, a las pinturas negras de Goya o a un cuadro de Gutiérrez Solana. ¿El argumento, dices? Ya te lo contaré.

La Comendadora:

Leído en la facu. Me acordaba de la historia pero no del título. Imagínate una estampa familiar de 3 generaciones (otra vez el número 3): una madre (60 años), una hija (30 años, la comendadora, monja por imposición, pasa de la vanidad a una conciencia exageradamente escrupulosa) y su sobrino (10 años). Pues bien, ese mequetrefe resulta ser el último representante de una noble estirpe, con lo que los demás no tienen más remedio que consentirle todo, porque sino le da un ataque de epilepsia, poniendo en peligro la continuidad de la saga. Y esta vez el antojo que tiene es ver a su tía (la monja) desnuda. La madre consiente (“Dios lo quiere”, dice la muy puta) y hay una elipsis donde se presume todo. Pero lo más grave es que todo eso no sirve de nada, porque al poco tiempo muere la madre, el niño y la monja se recluye en un convento del que no salió hasta el día de su muerte. ¡Uf, vaya folletín! (espero que Ruiz Zafón esté mejor).

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