sábado, 25 de noviembre de 2006

SUICIDIOS EJEMPLARES, de Enrique Vila-Matas

El Título: nos remite a Cervantes y a sus Novelas ejemplares (lo admito: no pude con ellas en la facu) y a Max Aub (Crímenes ejemplares: magnífico, soberbio, obra maestra).

De todos los relatos, 3 de ellos: Rosa Schwarzer vuelve a la vida, Me dicen que diga quién soy y La hora de los cansados (que son los mejores), ya me los leí en su antología Recuerdos inventados.

Muerte por saudade: 2 historias en 1. En la 1ª un niño se fija en una vagabunda que sólo para a las mujeres y les susurra al oído un cuento diminuto. En la 2ª ese mismo niño se fija en el padre de Horacio (compañero suyo) al que creen un mafioso vigilado por alguien que va en sidecar. Nada de eso. Es un loco cuya conducta está siendo observada al milímetro por un vigilante del manicomio. Además, la suya es una familia de suicidas:

1) El que lo hace por haber matado a su mejor amigo en un accidente de caza.

2) El hombre que se finge loco y se come un bote de cianuro (Madame Bovary hacía lo mismo en una escena espeluznante con un bote de arsénico).

3) La trapecista que se arroja al vacío desde lo alto de una torre (el padre de Horacio hará lo mismo pero sin pirueta).

Al final de la historia, el protagonista (que ya no es un niño) espera a la muerte sentado frente al mar, de una forma tranquila y sosegada, parecido a lo que hace el romano Flavio Marulo en Diario de un Peatón, de J.

En busca de la pareja eléctrica:

1) La historia de un fantasma.
2) Los nombres: Brandy Mostaza y Juan Linoesa.

Rosa Schwarzer vuelve a la vida: de los mejores, buenísimo. El inicio cautivador que se va a convertir en una letanía a lo largo del relato; los vigilantes de los museos (ídem que Javier Marías en Corazón tan blanco); es el día del cumpleaños de la protagonista (Kafka, Tomeo y Merino también tienen cuentos ambientados en esta fecha tan especial).

El arte de desaparecer: la historia de un Bartleby anónimo (J. ya ha asumido su condición, pero ¿hará W. lo mismo?) en la isla Umbertha, donde todos sus pobladores tiene una h aspirada en su nombre.

Las noches del iris negro: la idea de una sociedad secreta, ídem que hacía con los shandys en Historia abreviada de la literatura portátil.

La hora de los cansados: ¡chapeau! Una demostración de cómo se puede hacer buena literatura a partir de una anécdota. Digno de formar parte de un Lector Voraz especialidad Museos. El motivo del perseguidor ya está presente en la obra de Julio Cortázar, El perseguidor.

Un invento muy práctico: Muy bueno. La carta de una mujer a la amante de su marido ya muerto (de nombre Mario ¿guiño a Delibes?). Ecos de Tomeo. El manicomio ya estaba presente en Impostura (novela deliciosa donde las haya). Un cierto halo de misterio envuelve la historia: ¿es un ser real el mago Barrymore o un odradek kafkiano? Tema: la escritura como salvación (lo mismo que en el microrrelato de Luis Mateo Díez). Humor al final: el suicida es tan educado que antes de arrojarse por la ventana tendría la delicadeza de cerrarla.

Me dicen que diga quién soy: soberbio, de matrícula. Si tuvieras que leerte un sólo cuento de Vila-Matas tendría que ser este. Un nombre: Panizo del Valle. Una tierra indómita: Babakua. Un misterio que no puedo contar. Y un suicidio por cosquillas.

Los amores que duran toda una vida: El arte de contar historias + Amores no correspondidos (Stefan Zweig).

El coleccionista de tempestades: un título que podría formar parte de las viñetas de José Carlos Fernandes. Ecos de Poe.

La Anécdota: la obra fue incluida por la revista Quimera entre los mejores libros de cuentos españoles del siglo XX.

La Anécdota bis: la influencia en mi obra: un inicio de cuento
“Si te suicidas te mato”; y un personaje mítico: el suicida que no predica con el ejemplo.

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